Creo que si últimamente se ha incentivado tanto el fomento al libro se debería incentivar de pasadita también el cuidado al libro. Claro, suena un poco ilógico imaginar que si hay personas que ni siquiera leen menos van a cuidar un objeto que ni les interesa, pero en verdad, como amantes de los libros que somos, y digo libro desde una revista hasta una enciclopedia guatona y enorme, es penoso prestar un libro y ver que para leerlo echan hacia atrás las hojas de la página que no están leyendo sin importar que el pobre lomo quede echo pebre, que la tapa se destroce o que las hojas se despeguen (si es que el libro no está cosido). Y ya más terrible aún, marcar sin ningún pudor la página donde se hizo una pausa para leer con un asterisco de lápiz pasta, un subrayado o un doblez en la hoja.
Si consideras que le estoy poniendo color puedo decir que yo también lo he pensado y puedo decir en mi defensa que no se trata de ser un erudito de la lectura ni un obsesivo maniático, sino de entender que un libro es un objeto como cualquier otro, eso implica que es importante para quien lo adquirió y que nadie tiene derecho a dañarlo. Nadie que preste un celular para que otro haga una llamada va a querer que le devuelvan la cuestión con la pantalla rayada o con la carcasa fea. La verdad es que no entiendo por qué con los libros no se tiene el mismo cuidado. Así que decidí comenzar una super campaña que consiste en enseñar a cuidar y valorar el libro como objeto y que comienza hoy: el primer paso es sacar a relucir este tema… Ayer, mientras hacía estos dibujos recibí una visita y le expliqué a mi amigo para que eran; me puse muy feliz cuando me hizo notar que a él también le arde una parte del cuerpo cuando nota que doblan la hoja hacia atrás.